La abuela, terminando la posguerra y necesitada de dinero para subsistir en la economía familiar, acude a su baúl y saca de allí las mantas bordadas a mano y su cadena con su medalla, a la que le tiene mucho cariño porque fue un regalo de su marido cuando se comprometieron y no se quiere desprender de ella.
A la madre le cogió por banda la crisis financiera, como a la mayoría de los ciudadanos. Al cabo de dos años consiguió un trabajo eventual, con un salario mileurista. Revuelve en su joyero y encuentra la cadena con la medalla que le dejó su madre. No la quiere vender, es un recuerdo sentimental.
La hija, necesita comprarse un portátil ya imprescindible para los estudios, pero también tiene que pagar la matrícula de la Universidad. ¡No le da para todo! Sólo tiene colgantes de bisutería y pendientes con perlas falsas. Rebuscando… encuentra la cadena con la medalla de su abuela. “¡Menudo tesoro!”, piensa. Le viene de perlas para llevarla al Monte de Piedad, conseguir el dinero que necesita y, sin embargo, no perder sus joyas para siempre. Ya se lo decía su madre: “Guárdalo, que te puede hacer falta algún día”.
Estas son historias de nuestro Monte de Piedad, contadas por las segundas y terceras generaciones de clientes. Así es el Monte de Piedad, con más de cien años de historia.